En Río Gallegos hay mucho viento y cuando yo era chica había mucho mas.
Las cartas para Papá Noel, al menos en mi casa, se tiraban para arriba y se las llevaba una ráfaga hasta el Polo Norte. Repito, en mi casa era así. En mi casa le escribía hasta al Conejo de Pascua y, una vez, el Ratón Perez me mandó 5 dólares desde New York.
Un diciembre, empecé a dudar sobre la existencia de todos estos seres, así que no le conté a nadie lo que había pedido y tiré mi cartita cuando nadie me veía. No solo solo eso, sino que pedí lo más insólito que se me ocurrió, cosa de que mi mamá no lo adivine: una semilla de pino.
Los días pasaron y yo seguía haciendome la misteriosa, manteniendo en secreto mi pedido.
Estaba ansiosa esperando ver si el tipo existía o si esos regalos en el placard de mi mamá la última navidad, los había comprado ella.
La mañana del 25 me despierto y, entre algunos juguetes, habían dos bolsas de consorcio chiquitas. Abiertas.
Me acerco y estaban llenas de tierra negra y había un pinito plantado en cada una.
Los plantamos en el patio y no sobrevivieron mas de dos meses, pero no importaba. No me había traído una semilla, pero si dos pinos. Yo entendía que por ahí una semillita se le iba a perder en el camino, entre tantos regalos.
Nunca supe como encontraron la carta o adivinaron lo que había pedido.
O Papá Noel existe, no sé.
Cuando yo era chica, y le preguntaba a mi mama si papa noel existia, ella siempre me decia que ella creia. Yo hoy pienso lo mismo, es magico (y a ver si piensa que no creo mas y no me trae regalo)
ResponderEliminarBesos!